Siendo de gran interés en la comunidad científica, el vínculo del bebé con su madre o cuidador se ha estudiado a lo largo de la historia. Se sabe con certeza que el primer año de vida es extremadamente importante en términos del desarrollo psicológico del bebé. Es durante este período que se forma el sentido de confianza básica.

Hace ya casi 70 años, Jonh Bowlby, un psicoanalista inglés notable por su interés en el desarrollo infantil, comenzaba a hablar de la teoría del apego. Éste postuló que el apego se inicia en la infancia y continúa a lo largo de la vida y que los niños, desde muy pequeños, poseen un comportamiento innato que los lleva a querer explorar cosas nuevas, pero cuando se sienten amenazados, asustados o en peligro, su reacción espontánea es buscar la protección y seguridad de su cuidador primario.
Pero ¿cómo se crea este vínculo? El principal responsable es el tacto. Se sabe que el contacto piel con piel es fundamental para el crecimiento y desarrollo saludable de los sistemas inmune, endocrino y nervioso y que, sorprendentemente, la estimulación táctil provoca mayor activación cerebral que la auditiva y la visual, manifestando así su importancia.

Posteriormente, se observó que el sentido del tacto contribuye en el desarrollo de funciones más complejas, como las relaciones sociales y la comunicación. Los estudios establecen una asociación positiva entre el “toqueteo” materno y la sociabilidad infantil temprana.
A pesar del papel central del “toqueteo” materno en la primera infancia, los mecanismos por los cuales esto beneficia al bebé permanecen en gran parte inexplorados debido a la dificultad de aislar el tacto del entorno en el que este se desarrolla. ¿Es el “toqueteo” materno lo que provoca cambios en los niños, o son niños que debido a tener madres más sociables también son más sociables? ¿Pueden ser estas características compartidas a través de la transmisión genética, ambiental o epigenética?
En un estudio realizado con monos rhesus (Macaca mulatta) se investigó si la estimulación táctil administrada a los macacos lactantes a lo largo de las primeras cuatro semanas postnatales tenía efectos conductuales posteriores en los primeros tres meses de vida. Los macacos, en particular, son una especie ideal para probar estas predicciones debido a que son una especie altamente sociable con fuertes vínculos madre-hijo en las primeras semanas de vida.

Se estudió el impacto del “toqueteo” materno en una serie de comportamientos que son representativos de diferentes dominios del desarrollo, como la emocionalidad, la reactividad al estrés, la memoria, la búsqueda de novedad y el interés social.
Descubrieron que el contacto táctil alteró el comportamiento de los macacos en cuatro tareas que implicaban interacciones con estímulos sociales y no sociales. Los bebés que recibieron “toqueteo” extra en el período neonatal demostraron posteriormente habilidades motoras, sociales y cognitivas más avanzadas, particularmente en contextos que involucraron novedad. Por ejemplo, los recién nacidos que habían recibido un mayor “toqueteo” materno fueron más rápidos a la hora de acercarse y tocar un objeto nuevo. Eran más confiados.

La importancia de estos hallazgos radica en que el “toqueteo” social podría ayudar en el desarrollo del comportamiento, ofreciendo nuevas posibilidades para diseñar estrategias de intervención temprana. Especialmente, en niños con un alto riesgo de desarrollar desórdenes sociales.
Y es que, cuando tocamos a otra persona hacemos una asociación profunda entre el tacto y las emociones que comienzan a activarse desde el comienzo de nuestras vidas.
Así que tócame, tócame mucho…
REFERENCIAS
BIBLIOGRAFÍA DE INTERES
Edward tronick and “The still face experiment”: https://youtu.be/apzXGEbZht0
(por Jana López – Alumna del Máster en Primatología de la Universitat de Girona | Convocatoria 2017-19)